Cuando ves el mundo con unos ojos incapaces de fijarse en el mismo punto, y por lo tanto, con una visión doble permanente, ves todo a tu alrededor diferente.

domingo, 30 de septiembre de 2012

Cuando de pronto mi mente cambia, dejo de ser un hombre racional.
La locura toma mi consciencia y se la lleva lejos.
Lo único que guía mi mente es tu olor, lento e inexorable.
Hoy es un buen día, para perder la cabeza.

sábado, 15 de septiembre de 2012

Idea a debito III

En la oscuridad, apoyado sobre el marco de la puerta, huelo su aroma, peculiar, pero que tanto me gusta. Dulce, pero salado por el sudor. Embriagador, pero testigo de su pasión y su locura. Algo en mi interior empieza a removerse. Dios, tengo suerte de que ella exista, y más suerte aun de que yazca en mi cama.

En la penumbra de la habitación, solo se aprecian partes de ella, y dulce piel, blanca, tersa y brillante. No se si separarme de la puerta e ir hacia ella o relajarme. Su sola visión me altera. Así tumbada, dormida, irradia belleza e inocencia, sus labios tienen ese gesto que tanto me gusta. Un pequeño atisbo de movimiento bajo sus párpados me revela que la diosa que yace en mi cama, juega conmigo, está despierta, lo que me recuerda que las apariencias engañan.

Me alejo de la puerta sabiéndola despierta, con la intención de volver a darle a la noche parte de su calor. A ver hasta donde llega antes de abrir los ojos.

Su cuello encuentra mi boca lentamente, mientras su piel se eriza al paso de mi aliento, suave y cálido. Recorro su cuello lentamente, como si del camino de mi perdición se tratase, ese camino que recorres con gusto, pero temiendo el final. Pero, al final de mi camino de locura, mi boca encuentra su oreja. Susurro palabras de pasión a su oído y las acompaño de la suave caricia de mis labios. Por fin reacciona, noto que escapa de su boca un leve suspiro, contenido a duras penas. Sabe que me gusta hacerla sufrir. Beso su cuello lentamente, mientras enredo mi mano en su pelo, esta vez, el gesto de sus labios pasa de uno que me gusta mucho, a uno que me pierde.

Sus labios delatan anhelo y su cuerpo en tensión demuestra que está más que despierta. Pero sigue con los ojos cerrados, siempre haciéndose la dura, sino, no sería ella.

Un solo dedo recorre su costado, mientras mis besos descienden por su clavícula, buscando el lugar donde residen los monos.

Ideas a debito II